Esta mañana el juez Oyarbide dispuso la detención del dirigente sindical Gerónimo "Momo" Venegas en el marco de la causa conocida como de los "medicamentos" truchos.
Se dio a escasas horas que un renombrado dirigente oficialista vinculara a uno de los allí procesados con el ex presidente Eduardo Duhalde, al que Venegas apoya.
Se dio a pocos días que la prensa paraoficial tratara de asociar a los citados Duhalde, Venegas y a la Mesa de Enlace en una trama de "trabajo esclavo".
Se dio a pocas semanas que el Ministerio de Trabajo repentinamente descubriera que el ámbito laboral de los trabajadores que se encargan del desflore del maíz (que pertenecen al gremio de Venegas) no cumplía con los mínimos requisitos exigidos.
Cada hecho relatado tiene su importancia y su mérito, y no es mi intención entrar aquí a discutir cada uno, sino su llamativa concatenación temporal, que dan la impresión de una especie de escalada que sólo en el gobierno saben donde puede terminar. No es la primera ni será -desafortunadamente- la última vez que se utilicen incumbencias, recursos, medios y fondos del estado para dirimir cuestiones de política partidaria o electoral.
¿Se acuerdan de Faggionato Marquez, el que citó a indagatoria a De Narvaez en plena campaña electoral? |
Lo grave es que nuevamente un juez federal se encuentra formando parte de una patética trama que no hace más que seguir lesionando la pobre percepción que el común de la gente tiene sobre la justicia y su relación con el poder; más aun cuando cobra fuerza la teoría que la detención de Venegas ha sido una especie de "compensación" por el procesamiento del ex recaudador K Héctor Capaccioli.
La independencia del servicio de Justicia es el último refugio del ciudadano ante los abusos del Poder y sus usufructuantes. Cuando esa independencia se ve constantemente bastardeada por sus más visibles operadores, la cultura de la legalidad va cediendo su lugar a la anomia.
Y ese es un lugar del cual resulta difícil regresar.
Y ese es un lugar del cual resulta difícil regresar.
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