Un martes 13 por la mañana estaba sentado frente a la
computadora a punto de escribir sobre las estrellas amarillas. Esas que cada
vez son más abundantes en las rutas argentinas y que nos recuerdan muertes que
tal vez se podrían haber evitado si, en vez de destinar miles de millones de
dólares en darle el gusto a ese grupo de primas donnas de los gremios de
Aerolíneas, se hubieran usado para construir autopistas y mejorar el sistema
ferroviario para sacar tantos camiones de la ruta.
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Mientras los pilotos discuten si deben afiliarse a APLA o UALA, cada vez más gente muere en rutas viejas angostas, saturadas y sin inversión |
No podía concentrarme pues el ruido de sirenas era cada vez
mayor. Justo me preguntaba qué podía estar pasado cuando escucho en la radio
que un tren había arrollado a un ómnibus de la línea 92. Como vivo a tres
cuadras del lugar salí corriendo a ver.
El panorama era dantesco, el tren parecía una víbora retorciéndose
de una vía a la otra, las ambulancias llegaban y al toque salían cargadas de gente
herida, los comentarios se multiplicaban entre los curiosos que se acercaban:
que el colectivero cruzó sin mirar, que la barrera estaba trabada con un palo…decidí
marcharme, pues en esas situaciones quien no colabora estorba. Di media vuelta
y antes de irme miré una vez más el cartel del gobierno nacional que desde hace
un año orgullosamente anuncia el soterramiento de las vías del Sarmiento.
Volví a casa y prendí la radio. Schoklender hablaba con Chiche
Gelblung de los sueños compartidos. Parecía algo surrealista que fuera él quien
estuviera escribiendo un nuevo capítulo de “Robo para la Corona”, mientras que
Vebitsky en vez de denunciar la corrupción del gobierno se dedicara a
ocultarla. Mientras tanto Aníbal Fernández decía que había que estar loco para
creerle a Schoklender y yo pensaba que había que estar mucho más loco para
haberle dejado manejar cientos de millones de pesos de los contribuyentes.
Promediando la mañana los heridos por el accidente ya se
contaban por cientos y empezaban a agregarse algunos muertos al conteo.
Lubertino, tras quemarse las pocas neuronas que le quedan buscando alguna forma
de pegarle a Macri, decidió salir a defender al gobierno nacional es el único
que está avanzando con las obras de soterramiento. Y bueno, si considera que poner
un cartel ya es un avance, quién es uno para contradecirla.
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El credo kirchnerista señala que la buena obra pública es la que se anuncia, pero mucho mejor es la que se anuncia y no se hace. |
Partí rumbo al centro. El barrio era un caos, las calles que
no habían sido cerradas estaban atiborradas de vehículos, los conductores no sabían
para que lado seguir. Desistí de usar el coche y caminé tomar el subte. Afortunadamente
los choferes no sufrían de tendinitis y pude viajar.
Llegué a destino. Allí me esperaba una combi del Servicio Penitenciario Federal para llevarnos a Ezeiza a una visita de estudio en la Unidad 3 de mujeres. Subí mientras me preguntaba si era un buen día para visitar un penal.
La vida en la cárcel es algo que no recomiendo a nadie, pero
algo debe estar sucediendo para que, tal como nos confesaran algunas de las
internas, haya gente que vuelva a delinquir para poder regresar al penal. Unas decían
que es porque las cosas están duras “allá afuera”, otra aseguraba que el
salario (“peculio” le llaman) que cobraba por trabajar en los talleres era
mayor que lo que podía sacar en un trabajo “legal”. La socióloga nos confirmó
que era cada vez mayor la cantidad de reincidentes alojadas en el penal y una
de las encargadas de pabellón nos comentó que gran parte de las reclusas habían
sido condenadas por hurtar comida.
Camino de vuelta nos enteramos que habían absuelto a Carlos
Menem y al resto de los acusados por el contrabando de armas a Croacia. De antiguo se ha simbolizado a la justicia con una balanza que representa la medición a través de la cual se da a cada uno lo que es justo y necesario. Pero resulta difícil hallar algo de coherencia en una concepción de justicia que condena el hurto por hambre mientras que absuelve a un político ahora aliado con el gobierno. Y no ayuda saber que justo unos días antes del dictado de la sentencia dos de los tres jueces del tribunal fueron propuestos por la presidente para ocupar definitivamente los lugares que ahora subrogan. Un fallo que suena a agradecimiento.
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Menem sonríe satisfecho. La impunidad como obra póstuma de su gobierno. |
Regresé a casa. A lo lejos se veían las luces de la grúa que trataba de sacar los vagones accidentados. Habían pasado 13 horas, y la cuenta ascendía a 11 muertos y 212 heridos. Por la tele pasaban una y otra vez el video del accidente.
El martes 13 llegaba a su fin. O no.